Esta es la historia de Mario Santibáñez, el profesor de ciencia que sin planearlo, un día llegó a ser catalogado por el Global Teacher Prize (“Nobel de la educación”), como uno de los mejores profesores del mundo.
Cuando Mario Santibáñez terminó la carrera de Biología en la Universidad Austral de Valdivia, al sur de Chile, se vio inmerso en el mundo de las reservas naturales, donde descubrió algo que lo marcó: el abandono de las zonas rurales, las escuelas vacías y comunidades con infinitas carencias. Ese hecho llevó al biólogo a un mundo que no había descubierto y que hoy, le ha permitido cambiar la vida de muchos: el mundo de la pedagogía. Después de convertirse en profesor, Mario Santibáñez llegó a Santiago para hacer un postgrado y hacer parte de un establecimiento educativo que si bien no hacía parte del contexto rural al que se enfrentó en Valdivia, tenía un índice de vulnerabilidad superior al 85%. Mario no sólo tenía estudiantes provenientes de familias disfuncionales y de barrios con altas tasas de narcotráfico y delincuencia, también tenía alumnos que no entendían el valor de la educación, que no participaban, que no asistían a clase y que no creían en sus propias capacidades.
Pero el contexto social no fue lo único a lo que Mario tuvo que enfrentarse.
Cuando llegó a la escuela, también entendió una triste realidad: la ciencia, su ciencia, no era una prioridad. El laboratorio no sólo era limitado, también estaba completamente en desuso, descuidado, mal equipado y sucio. Su objetivo fue entonces recuperar la ciencia en esta escuela, transformando el laboratorio en un lugar valorado por toda la comunidad educativa. Para eso formó un grupo de estudiantes con quienes desarrollaron un taller (Green Dream) a través del cual harían renacer la ciencia. La primera tarea de este equipo fue recuperar las áreas verdes del establecimiento, hecho que cumplieron a cabalidad y fue la primera semilla de muchas cosas positivas que vendrían más adelante. A raíz de esta recuperación, los estudiantes generaron varios proyectos ejemplares, por ejemplo: uno de investigación utilizando distintos sembradíos de trébol, la construcción de un calentador de agua solar y un proyecto de investigación sobre pingüinos en cautiverio.
Todos estos dieron grandes frutos en diversas ferias científicas a lo largo de Chile donde el profesor participó con sus estudiantes; en una de estas, incluso se llevaron el primer puesto de un concurso que premiaba las mejores investigaciones otorgándoles computadores. Las ferias, los premios y el esfuerzo no solo les abrió puertas a distintas actividades como la participación en programas de radio, sino que fueron el camino para generar un cambio de mentalidad en todos sus estudiantes.
Pero además de ciencia, ¿qué hizo Mario para cautivar a todos esos jóvenes?
Utilizó imágenes, maquetas, dibujos, guías, música, videos y construyó su propio esquema metodológico basado en las necesidades de sus estudiantes. Invitó a sus alumnos a trabajar en colaboración para llevar a la práctica todo lo aprendido. Construyó con ellos volcanes, hizo pelotas saltarinas con bórax, visitas pedagógicas alrededor de la ciudad, iluminó la cara de sus estudiantes con ciencia y sobre todo, creyó en ellos y sin importar su etnia, nacionalidad, género o estatus social, los incluyó a todos en procesos de aprendizaje significativos, emocionantes. Creyó en ellos para explotar todo su potencial y demostrarles que todos pueden ser capaces de cumplir cualquier sueño.
“Los rostros de mis estudiantes construyendo un volcán y luego demostrando el efecto de una erupción siempre es muy motivante, o cuando observan que el azul de metileno flota sobre el agua y atraviesa el alcohol, o cuando crean pelotas saltarinas a partir de bórax y cola fría, son estas experiencias y muchas otras, las que me recuerdan porque elegí ser profesor; son sus rostros los que me motivan a buscar nuevas y mejores actividades, son ellos mi motor para entregarles las herramientas que les permitan vivir en libertad, la libertad de escoger estar informados, la libertad de entender una receta médica, un cuadro nutricional o los componentes de un medicamento”.
El inicio no fue fácil
Cuando Mario llegó por primera vez a la sala de clase, parecía misión imposible captar la atención de aquel grupo de jóvenes, sin embargo, sus convicciones y el pilar fundamental de su metodología permitieron darle una vuelta a esta historia. “Es que para ser profesor debes creer en lo que estás haciendo y debemos tener la capacidad de ver el potencial de los niños, sobre todo en contextos vulnerables, donde están acostumbrados a que la sociedad ya decidió por ellos: que van a ser delincuentes o drogadictos. Pero nosotros tenemos que creer en ellos”. Mario se la jugó por sus alumnos, se la jugó por enseñarles ciencia, pero sobretodo, por mostrarles un camino distinto haciendo más, muchos de lo que el currículo exige. Se la jugó por mostrarles un camino que trasciende la sala de clase y llegando a los aspectos más cotidianos de la vida.
“Debemos perder el miedo a enseñar de manera distinta, y enseñar lo que sabemos que hay que enseñar, no lo que nos piden”.
¿Conoces a un docente como Mario? Nomínalo al Global Teacher Prize Chile
Hasta este 14 de agosto estará abierta para todo el país la posibilidad de nominar al Global Teacher Prize Chile a un profesor que esté impactando la vida de sus estudiantes. Este reconocimiento es la versión nacional del Global Teacher Prize Internacional, reconocimiento conocido como “el Nobel de la enseñanza”, que busca relevar la profesión docente y celebrar a los mejores profesores del mundo, conscientes de que el estatus de los profesores en la cultura actual es clave para el futuro global.
Entre todos los profesores nominados se elegirá a 5 finalistas que representarán a Chile en el premio internacional conocido como “el Nobel de la enseñanza”, que reconoce el impacto de un profesor y lo premia con 1 millón de dólares.
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