Así trabaja esta educadora que tiene 28 años de experiencia y que ha desarrollado su carrera en jardines ubicados en zonas muy lejanas de Chile.
Gladys Virginia Pérez Sebik es más conocida entre sus compañeros, familiares y estudiantes como Virginia o Vicky. Así la llaman en el Jardín Infantil El Paraíso, ubicado en Puerto Guadal, un pequeño pueblo ubicado en la Región de Aysén, al sur de Chile.Como educadora de párvulos en ese establecimiento de aquel pueblo remoto, Vicky ha transformado la cultura y el entorno en una parte fundamental de los aprendizajes de los niños.
Cada rincón de Puerto Guadal son salas de clase para Virginia, y sus estudiantes, que tienen entre 0 y 4 años, son un grupo itinerante que se apropia del lugar y aprende a través de este, realizando actividades como recolectar basura, embellecer jardines, reciclar en comunidad, marchar y visitar a mujeres trabajadoras.
Esta educadora tiene 28 años de experiencia y lleva más de dos trabajando en El Paraíso, un jardín infantil que hace parte de la red de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji). Virginia inició este camino inspirada en su sobrino, un niño con Asperger que tuvo que sortear muchas dificultades, entre esas, escasas oportunidades de aprendizaje de calidad. Entonces, la docencia se convirtió en el vehículo que ella necesitaba para ofrecer oportunidades sin distinción a niños y niñas.
Desde que empezó su trayectoria, esta educadora siempre eligió lugares aislados para enseñar.
“Me di cuenta que tenía la responsabilidad de dar oportunidades educativas de calidad a quienes usualmente no la tienen. Es por ello que decidí partir mi docencia en zonas muy alejadas, en donde la oferta educativa generalmente es muy precaria. Esto no ha estado exento de sacrificios, el principal de ellos, es el no tener a mi familia cerca, lo que se ha traducido en que pueda ver a mis hijos solo una vez al año”, comenta.
Gran parte de su trayectoria la ha desarrollado en la Región de Aysén, una zona donde se ha dedicado a investigar las culturas y tradiciones olvidadas en la zona, para así poder llevarlas a las salas de clases y trabajar la apropiación del contexto. Gran parte de su enfoque educativo es que, tanto familiares como estudiantes, sientan orgullo de sus orígenes y cultura.
Por esa razón cuando trabajó en un establecimiento en Puerto Aguirre, recibió un reconocimiento de la Comunidad Mapuche-huilliche Guaquel-Marimán, por su aporte en su desarrollo y formación de una comunidad que ahora está orgullosa de sus raíces.
Este enfoque le ha permitido desarrollar actividades centradas en conocer y valorar las costumbres y tradiciones de otras culturas y nacionalidades. Por ejemplo, desde hace varios años, creó en el jardín un espacio que se llama “La Tiendita”, donde los niños pueden vestirse según sus preferencias con vestimentas típicas de diferentes países y culturas, incluyendo Mapuche, Selk-nam y Rapa nui– pueblos originarios chilenos–. Además, una vez al mes, un familiar que representan a algún país o pueblo originario, visita a los estudiantes, relata alguna historia o presenta álbumes de fotografías, preparaciones de comidas tradicionales y lugares típicos de su país o comunidad. Actualmente Virginia también tiene estudiantes de Venezuela, Francia y Alemania.
Este año, sus estudiantes y familiares hicieron una historia que los llevará muy lejos.
Gracias al trabajo de constantes conversaciones y reflexiones que tiene Virginia con sus estudiantes, para conocer su contexto, realidades y emociones, este año desarrollaron un proyecto a partir del sueño de una de las niñas del jardín; en su sueño ella volaba sobre su comunidad y veía cómo la contaminación y la suciedad estaban por toda la localidad.
“Con ese sueño comenzamos a desarrollar iniciativas para concientizar a la población y generar un cambio profundo en Puerto Guadal, las cuales fueron plasmadas en un libro que los mismos niños y niñas desarrollaron, tanto en sus diálogos como en sus imágenes. Este libro se llamó La niña que vuela”, cuenta Virginia.
Gracias a La niña que vuela, Design for Change Chile -que gestionó el proyecto con la educadora- Vicky estará en la Cumbre Global de Design for Change 2019. Por esa razón, Virginia y más de 15 niños -con sus familiares- viajarán de la Patagonia chilena a Roma el mes de noviembre, una gran oportunidad para mostrar los alcances e importancia de la educación inicial.
El objetivo de Design for Change, es impulsar un movimiento que busca que niños y niñas confíen en sus capacidades y alcancen sus metas a través de la metodología Design Thinking. La metodología fue creada por Kiran Bir Sethi, una diseñadora de la India que quiso cambiar la forma como educaban y trataban a su hijo en la escuela.
Ese es justamente el principio del trabajo pedagógico de Virginia, hacerle ver a sus estudiantes que son capaces de hacer todo lo que se proponen a pesar de su corta edad. Y para ella es clave instaurar esta creencia desde la educación inicial, porque es la etapa donde los valores del respeto, la tolerancia y la inclusión sientan sus bases a nivel neuronal.
Su entrega por la educación inicial, la hizo merecedora del reconocimiento Profe Estrella Innovador, un premio entregado por la Fundación Chile que destaca el trabajo de docentes empáticos, capaces de planificar clases innovadora, incorporar nuevas metodologías y de generar actividades que potencien el desarrollo y aprendizaje de sus estudiantes.
Todo el trabajo de esta educadora se desarrolla en un contexto con un índice de vulnerabilidad del 100%.
“Al ser una localidad muy rural y aislada, las oportunidades laborales y de desarrollo son escasas. Esto hace que la supervivencia de la comunidad sea en base a animales de granja y el turismo estacional que llega a la comuna, pues tenemos el privilegio de contar con un entorno que nos impacta con su belleza y atractivos naturales”, explica.
Al trabajar en un contexto rodeado de tanta naturaleza, Virginia no sólo utiliza estos espacios fuera del jardín como parte de su sala de clase, sino que insiste en que sus niños y niñas desarrollen plena conciencia respecto a su entorno y el cuidado del medioambiente. Gracias a ese trabajo, el jardín obtuvo la certificación de “Excelencia Ambiental” otorgada por la Secretaría Regional de Medioambiente del Gobierno de Chile.
Así es como Gladys Virginia Pérez Sebik ha logrado impactar la vida de cientos de niños en algunos de los lugares más alejados del país Chile, cumpliendo así con el objetivo que la llevó a convertirse en educadora: entregar verdaderas oportunidades de aprendizaje en los primeros años de vida.
¡Por esto y más, ahora es finalista del Global Teacher Prize Chile 2019!
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