Proyectos de energía renovable, trabajos con la comunidad e iniciativas de alto impacto social. Esas son algunas de las herramientas pedagógicas de Eduardo Cortés, ganador del Global Teacher Prize Chile 2017.
Cuando Eduardo Cortés ingresó a la universidad, la pedagogía superó todas sus expectativas. En el primer año de la carrera, tuvo la oportunidad de trabajar en una escuela en los cerros de la ciudad de Valparaíso, donde se enamoró del aula, de la enseñanza, de los estudiantes. Desde entonces, se dio cuenta que su sueño era dar clases de una manera diferente y llegar a sus alumnos con proyectos que impactaran su vida y su cotidianidad. Actualmente Eduardo tiene 35 años, es profesor de Tecnología y desde la Escuela Industrial Ernesto Bertelsen Temple en Quillota (región de Valparaíso), está marcando la vida de sus estudiantes y llevando su labor un paso más allá.
Eduardo fue el ganador del Global Teacher Prize Chile 2017, galardón conocido como el “Nobel de la Educación” que busca reconocer la labor de los mejores profesores de Chile y el mundo. Su metodología muy acorde a las necesidades educativas del siglo XXI, sus ganas de movilizar a los estudiantes convirtiéndolos en protagonistas del aprendizaje, su metodología basada en proyectos que fomenta la participación activa y la creación de soluciones a problemas personales y del entorno son algunos de los elementos que lo hicieron merecedor de este reconocimiento.
“Desde que comencé a trabajar quería que los alumnos hicieran proyectos que les sirvieran en la vida y no algo que terminará en la basura”, asegura Eduardo.
Metodología basada en proyectos
Como profesor de Educación Media Técnico Profesional, Eduardo trabaja todos los días para convertir el aprendizaje de sus estudiantes en algo práctico y útil para sus vidas, fortaleciendo a su vez, un aspecto fundamental: su autoestima. Desde 2010, este profesor de Quillota ha desarrollado junto a sus estudiantes diversos proyectos merecedores de varios reconocimientos. Entre estos se encuentran un brazo robótico, un cortador de botellas de vidrio para reutilizar el material, una bicicleta eléctrica que se carga con energía solar, una máquina de soldar hecha con transformadores de microondas y un proyecto llamado Misión Aconcagua, idea que se ha convertido en un emblema de su asignatura y de la comunidad en sí misma.
Misión Aconcagua
Con sus estudiantes de la especialidad Técnico en Electricidad, Eduardo decidió salir de la sala de clases para llevar el conocimiento al servicio de la comunidad. El objetivo fue hacer una revisión e instalación eléctrica completa para las familias de una población de escasos recursos que se ubica muy cerca de la escuela. Por su impacto en la comunidad, Misión Aconcagua, algo igual que otros de sus proyectos, ha ganados algunos premios y se ha mantenido en el tiempo como una iniciativa escolar de alto impacto. Con proyectos como éste, Eduardo ha logrado no sólo impactar a estas familias, sino comprometer a sus alumnos de una manera diferente. Como Misión Aconcagua es un compromiso social, sus estudiantes, no sólo trabajan por tener un buen desempeño académico, también trabajan por servir y dedicar su conocimiento y esfuerzo a otras personas.
Agentes de cambio
Proyectos como Misión Aconcagua han sido la clave de Eduardo para convertir a sus estudiantes en agentes de cambio. De la mano con esto, ha sido indispensable mostrarles a sus alumnos otras realidades y hacerlos partícipes de iniciativas que trascienden el aprendizaje impactando la vida de muchas personas dentro y fuera del aula. Proyectos desafiantes y de resultados reales, alumnos motivados y familias y comunidades entusiasmadas con los logros de los jóvenes. Esos han sido los elementos más claves de la metodología de un profesor que busca que sus estudiantes se sientan orgullosos de sus propias capacidades, logros e iniciativas.
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