Una educadora de párvulos, un conductor y una supervisora suelen moverse por distintos puntos de la Región Metropolitana para acercar la educación inicial a zonas rurales de baja densidad demográfica. Aquí, parte de la experiencia en la localidad de Patagüilla, Curacaví.
De lunes a jueves, a las 9:00 de la mañana, suele salir una furgoneta verde desde la calle Dieciocho (en el Centro de Santiago, Chile) a distintas partes de la Región Metropolitana. Dentro de ese auto suelen ir tres personas: una educadora de párvulos, un conductor y una supervisora. Y en la parte de atrás muchas sillas, mesas, juguetes, alfombras, cajas con pinturas, lápices, hojas y disfraces, entre otros implementos con fines pedagógicos.
Desde marzo, esa furgoneta se traslada todos los miércoles a la localidad de Patagüilla, en Curacaví. Y ahí, en un terreno donde no hay más de 15 casas, autos y perros abandonados, tierra, maleza y un silo gigante de cemento, que no se usa desde 2010 -después del terremoto del 27 de febrero-, con todo lo que hay en el vehículo se instala, en 30 minutos, un jardín infantil en una casa que pertenece a la junta de vecinos del lugar.
Así se es el comienzo de una jornada laboral en el “Jardín sobre ruedas”, programa de la Fundación Integra que desde 2012 cuenta con 21 vehículos equipados con materiales pedagógicos, para llevar el jardín infantil a distintas zonas de Chile con baja densidad poblacional y alta vulnerabilidad, lugares donde se dificulta la instalación de un establecimiento formal. En la Región Metropolitana son dos las furgonetas que suelen recorrer zonas en Melipilla, Cajón del Maipo y Curacaví, entre otras. Elige Educar estuvo un miércoles con el jardín comandado por la educadora de párvulos María José Catalán, quien ya suma cinco años recorriendo la ciudad para adaptar la enseñanza a la realidad de cada contexto que ha conocido.
María José, y de fondo la furgoneta donde se transporta el jardín.
Un trayecto de planificación
Aunque todos los viernes se suele hacer la planificación semanal de las actividades que se realizarán, el trayecto desde calle Dieciocho hasta Patagüilla sirve para que María José y el conductor, Alexis Catribil, conversen algunos detalles de la jornada, que suele ser de cuatro horas. Lo dialogan, porque Alexis tiene la labor de ser “animador-conductor”. En otras palabras, hace las funciones de asistente de María José.
Alexis llegó hace dos años a la Fundación Integra, tras trabajar en los tribunales familiares, donde tuvo sus primeras experiencias con niños. Entre sus labores, como asistente jurídico, estaba tratar de despejar la mente de los niños que llegaban, con diversos juegos y actividades.
A María José la ayuda a ordenar, recibir los niños, preparar los implementos para todas las actividades y hacerse cargo de casi todos los juegos musicales, debido a que es músico en sus ratos libres. “Este trabajo me interesa porque todos los días son diferentes y porque siento que es una labor importante. La educación inicial es lo más importante y yo aquí, pongo un poco de mi parte para trabajar por lo niños del país”, dice Alexis.
De izquierda a derecha: Miriam, Alexis y María José.
El juego como centro
Son las 10:00 de la mañana y María José, Alexis y Miriam Saavedra, la supervisora de la jornada, empiezan a barrer y a colocar las mesas, sillas, muebles, alfombras y juegos para recibir a los 16 niños inscritos, junto a sus familiares. A las 10:10 llega el primero, Carlos, junto a su madre . Ya a las 10:45 están casi todos en ese pequeño espacio ambientado como jardín infantil. Son 13 los niños, con edades de los 2 a 4 años, que llegan a esta jornada.
“¡Estamos listos, capitán!”, exclama Miriam y empieza la primera actividad. Todos en círculo cantan una canción para saludarse y también para pasar la lista de los asistentes. Después, Alexis se disfraza de fantasma con una tela blanca con ojos y boca dibujados con plumón negro. Es el “fantasma asustadizo” y varios de los niños, se visten con la tela para ser asustados. Una primera instancia dedicada a que los niños socialicen y para saber cómo están los ánimos de todos.
Apenas 17 minutos después, empieza el circuito de juego. En un espacio de tierra y bajo un sol fuerte con una temperatura de casi 28 ℃, Alexis arma una secuencia con palos, conos, tiras plásticos de colores, aros y superficies irregulares en los que los niños deben moverse como distintos animales. “¡Tienen que hacer como ranas, conejos y serpientes para poderse desplazar!”, explica María José mientras hace algunas mímicas de cada animal. Es el momento de poner las actividades motoras al máximo. Tienen que arrastrarse, hacer equilibrio y brincar con sus dos piernas juntas y volver a empezar.
Alexis y María José con los niños de Patagüilla.
Después de casi media hora de actividad física, a las 11:45 llega el momento de la colación para dar inicio, a las 12:00, a la actividad central del día: reconocimiento de texturas y materiales. Con cola fría, lana, unos globos y pinceles, crearán un canasto para el conejo de pascua. “Esta será la actividad que se llevarán a casa y terminarán con la ayuda de su familia, hasta el próximo miércoles. Ese día vamos a hacer las frutas con cubierta de chocolate que irán dentro del canasto”, le dice María José a una de las madres dentro del salón.
El vínculo familiar como clave
Para todas las actividades, María José cuenta con el apoyo de los familiares que acompañan a cada niño. En esta sala, la mayoría son madres, excepto Concepción Urbana Huenchumil, quien es la abuela de Beatriz, una de la niñas del curso. La señora Concepción ya suma su segundo año trayendo a su nieta menor y lo hace casi todos los miércoles en bicicleta. Casi una hora de recorrido entre la ida y la vuelta.
La familia forma parte de las actividades.
Con cada una, María José conversa cada jornada, cada avance y cada duda. Además, toda actividad que piense la educadora, lo hace en función de que el familiar sea partícipe. “Para mi, esto es lo más potente del Jardín Sobre Ruedas, que la familia está muy involucrada y como sólo nos vemos una vez a la semana, esto se convierte en una instancia tan importante que todos la aprovechan. Y como educadora me toca prepararme todos los días sobre varios temas, porque algunas veces las madres llegan con consultas muy personales y uno no puede estar dándole cualquier respuesta. Es sorprendente cómo aquí uno no aprende sólo de los niños, sino de la familia”, asegura María José.
Claudia Gómez, quien es madre de Benjamín asegura que sin la ayuda de María José, su hijo Benjamín no sería el niño amable que es actualmente. “Ya lleva tres años en el Jardín Sobre Ruedas, el próximo año se va a prekínder (…) Y este jardín me ha ayudado mucho con mi hijo, porque él era tacaño y poco sociable. Pero ahora, está más amigable, más sociable y se ha soltado más en su vocabulario, que era lo que a mí más me preocupaba. Me gusta ver cómo mi hijo va avanzando y vivirlo junto a él, gracias a esta experiencia nos hemos acercado mucho (…) Y María José es como una amiga más, hace un gran trabajo y enseña, que es lo importante ”, cuenta Claudia.
Parte de la sala
Tan comprometida está la familia, que algunas madres han ayudado a hacer carteleras para el jardín itinerante. Una para anotar los cumpleaños del mes y otra, que servirá para ver la asistencia del día con las fotos que los mismos niños podrán ahí al asistir. Y un fin de semana, todos los familiares de los niños se pusieron de acuerdo para limpiar parte de la maleza que rodeaba la sala, quitar un panal de avispas y limpiar el salón que utilizan todos los miércoles.
María José tiene registro de todo eso gracias a un grupo de Whatsapp que tiene desde el celular institucional con todos los familiares de los niños. Ahí recibió fotos de la señora Concepción con un rastrillo sacando la maleza y de mucha más, pintando con detalle los rincones del salón. “Traer a mi nieta, me ha servido también a mi, porque yo también aprendo y disfruto tiempo de calidad con mi nieta, comparte con otras personas. Me gusta y me gusta que mi nieta aprende, que María José hace participar mucho a los niños”, dice Concepción.
“El trabajo con la familia es demasiado importante para la educación de un niño. Eso me lo ha enseñado el Jardín Sobre Ruedas, me ha enseñado que esto es una triada de niños, familia y educadores. Dependemos unos de los otros y sin la ayuda de la familia, la verdad es que no podríamos avanzar y alcanzar los resultados logrados en todos estos años. Eso me motiva (…) Y me motiva todos los días poderme adaptar a una realidad diferente, que me lo permite este modelo de educación no covencional”, dice María José después de meter todas las sillas, mesas, alfombras, juguetes y muebles dentro de la furgoneta una vez más.
Son las 14:30 y después de que María José, Miriam y Alexis pasaran casi 40 minutos para meter, una vez más, todo dentro del vehículo y dejar la sala de Patagüilla tal cual como la encontraron, la jornada ha finalizado y toca tomar la carretera de vuelta a la calle Dieciocho.
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