Desde hace 17 años, el MIM se ha convertido en un gran referente de los museos y un espacio perfecto para que los niños aprendan. Estas son las cualidades que lo hacen tan especial.
El 4 de marzo de 2000 se inauguró en Santiago de Chile el Museo Interactivo Mirador (MIM), un espacio de 12 hectáreas ubicado en la comuna de La Granja que cuenta con 14 salas temáticas y más de 300 módulos interactivos donde los niños pueden descubrir distintos fenómenos y principios científicos. Desde entonces, el MIM se ha convertido en un referente de los museos para niños, niñas y jóvenes que buscan experiencias lúdicas interactivas y espacios de exploración autónoma.
En una entrevista con Orieta Rojas, Directora Ejecutiva del museo y Milene Ramírez M. Directora de Museografía, realizada por la Revista Base, Diseño e Innovación de la Universidad del Desarrollo, se destacan los beneficios que otorga el museo como espacio facilitador de contenidos pedagógicos. Y ¿cuáles son estos?
Una experiencia autónoma, lúdica e interactiva
Milene Ramírez, Directora de museografía, define este espacio educativo como un entorno que promueve el aprendizaje de la ciencia a través de la experiencia. Por esa razón, en el MIM, según Ramírez, no existe el miedo… el miedo a preguntar o decir algo frente a toda una clase, sino todo lo contrario, pues el visitante tiene la libertad de equivocarse, explorar y decidir. De esta forma, se promueve el pensamiento, la comprensión y la reflexión al ritmo de cada uno de los participantes “porque todos somos diferentes”, dice Ramírez.
El modelo educativo del MIM se basa entonces en tres elementos claves: la experiencia autónoma, la lúdica y la interactiva. Dichos elementos se evidencian en los módulos interactivos que están pensandos para que los visitantes transiten por todos estos desde 4 niveles de experiencia diferentes: la Percepción, sensorial emocional (1), la Exploración y manipulación (2), la Activación cognitiva y búsqueda de explicaciones (3) y finalmente la Ampliación y aplicación de conocimiento (4).
El complemento de lo formal
Aunque la principal fortaleza del MIM, dice Orieta Rojas, es precisamente generar las condiciones para que niños y jóvenes exploren, en ningún momento sugieren que sea un lugar donde se resuelve el aprendizaje de la ciencia. Contrario a esto, creen que es un complemento que enriquece la experiencia académica de los espacios formales de educación. Justamente por eso, el MIM ha evolucionado a lo largo del tiempo basado en las necesidades educativas de los niños, en sus intereses y en el diseño de experiencias interactivas como bisagra entre el estudiante y el fenómeno que se busca explorar.
“Hoy estamos trabajando fuertemente con base en marcos teóricos del aprendizaje que avalan nuestra propuesta educativa. Ello nos facilita la construcción de indicadores que nos permite medir si el diseño invita y habilita para una experiencia autónoma, lúdica e interactiva y cuánto permite a las personas realizar una reflexión, desde lo emocional -por qué me asombra o despierta curiosidad- a un quiebre cognitivo, que hace que dé un paso adicional”, dice Orieta Rojas en la entrevista de Revista Base Nº2.
Las salas y los módulos
Para la creación de salas que incluyen temáticas como: robótica, arte y ciencia, luz, energía, percepción, entre muchas otras, se llevan a cabo tres etapas en las cuales participa el Área de Educación del museo y un equipo científico experto en los temas que se quieren abordar en cada sala. En la primera etapa se desarrollan las ideas y las interacciones, después se desarrolla un guión de contenidos y cada guión es revisado constantemente por el equipo científico y el de Educación, para mantener así la coherencia entre la solución y el concepto científico de la experiencia.
En la segunda etapa entran muchas personas de diferentes especialidades: el científico, el área de Educación y el área de Museografía (quienes piensan en la propuesta de diseño, pero a un nivel conceptual). La articulación de los contenidos y la selección de cada tema específico, forman parte de una trama que se convierte en el hilo conductor de la temática científica general.
“En este museo, la mayor parte de los proyectos están destinados al aprendizaje de los niños, por lo que se debe contar con personas que conozcan las etapas y las evoluciones del pensamiento en la infancia, además de técnicos en construcción que tengan un especial cuidado con la seguridad de las estructuras”, Base Nº2.
Una experiencia completa
Según Orieta y Milene, el espacio del museo como tal es envolvente y sitúa a las personas en un ambiente que ofrece ciertos estímulos. En ese sentido, la experiencia pedagógica incluye todo el espacio de una forma global (desde la luz y la materialidad, hasta los contenidos). Un ejemplo de esto puede ser una nueva sala de astronomía que se inaugurará a finales de 2017 y tendrán un espacio oscuro que a través de focos, trasladará a los visitantes hacia la inmensidad del universo (representado en 50 módulos y 700 metros de exhibición).
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