Una profesora llamada Dina Leygerman encontró una gran estrategia para fomentar el amor por la lectura. ¿Cómo lo hizo?
“Tengo una confesión: actualmente estoy enseñando un libro que nunca he leído. No tengo un solo plan preparado. No hay recursos disponibles en línea que pueda usar, ni necesito ninguno. Estoy omitiendo eso por completo. Y tengo un compromiso casi total con mis estudiantes. Pero antes de que te diga por qué y cómo funciona esto, permíteme que te lleve a mi vida como estudiante de secundaria”. Así empieza la reflexión de Dina Leygerman, una profesora de inglés que decidió renunciar a la planificación y el currículum para enseñar de una manera diferente… y le dio resultado.
Para explicar qué hizo y cómo lo hizo, Dina cuenta su experiencia como alumna en el colegio.
Aunque siempre le gustó leer, en esta etapa de su vida se enfrentó a la lectura de carácter obligatorio, a libros que no deseaba leer y que la llevaron a hacer cosas como pagar por un resumen. Lo triste es que genuinamente amaba la literatura, le encantaban sus clases de inglés e incluso tomó una electiva de Shakespeare. Lo suyo, definitivamente era la lectura, pero no aquella que era impuesta. “Lo que no me gustaba, sin embargo, era la lectura obligatoria. La lectura forzada de libros en la que no encontré ningún valor. La lectura forzada de libros que no me atrajeron”, cuenta Dina en su artículo de Medium.
Pero su historia tiene un giro interesante: Dina es ahora profesora de inglés de secundaria.
“¿Qué podría ser mayor, pensé, que compartir mi amor por la lectura y la escritura con niños? ¿Qué podría ser más gratificante?”. Aquella fue la reflexión que se planteó al elegir su camino y lo hizo; se convirtió en docente y se enfrentó al más grande de sus obstáculos como profesora: el escaso interés de los niños por la lectura. Según cuenta la profesora, hay miles de libros que tratan sobre cómo enseñar la lectura, y la mayoría de éstos son de autoayuda o manuales para docentes que tienen dificultades para que los niños lean. Como Dina está constantemente buscando nuevas estrategias, ha probado casi todos los enfoques que se proponen y todos tienen el mismo efecto: sus estudiantes no leen y si lo hacen, no logran involucrarse activamente con el texto.
La profesora cree que las razones son claras:
“Los estudiantes luchan por querer leer por miles de razones: falta de ejemplos o lectura en el hogar, apatía o desinterés, sobreestimulación y distracción. Simplemente, los niños no leen porque no quieren; no están interesados en los libros que se les presentan y, además, no tienen que hacerlo”. Pese a la dificultad de lograr que los alumnos se enamoren de la lectura, Dina ha decidido probar una estrategia nueva, aquella que según comenta, le ha dado excelentes resultados.
Todo surge de una conversación con un amigo que hablaba de una novela que había disfrutado mucho: Scythe de Neal Shusterman, un relato distópico sobre un mundo en el que “la humanidad ha conquistado” el hambre, la enfermedad, la guerra y la muerte. A raíz de esto, Dina comenzó a planificar la manera de incluir aquel libro en su aula y su currículum. Para esto se arriesgó a pedir en su escuela que se compraran los libros. “Mi director, el jefe más solidario con el que he trabajado, reenvió mi orden de compra a las personas a cargo de este tipo de cosas. Mi solicitud fue aprobada y yo era la orgullosa propietaria de un conjunto de libros nuevos, emocionantes e intrigantes”, cuenta Dina.
Sus alumnos comenzaron a quejarse al instante. No estaban dispuestos a leer un libro de 435 páginas.
¿El paso siguiente? Decidió dividir a sus estudiantes en grupos de cuatro, algo así como “círculos de literatura”. Creó y laminó un calendario de lectura y al final de cada sección de lectura, ahora le pide a los estudiantes que discutan lo que habían leído. Además de esto, deben extraer algunas citas interesantes y escribir los resultados de las discusiones que tienen. Uno que otro día se detienen y discuten, ella ofrece sus opiniones, pero sólo al final de la conversación o si ellos lo piden. Pero, ¿cuál es la mayor particularidad de esta actividad? Que ella, al igual que sus alumnos, no conoce el libro… lo lee junto a ellos.
“Siempre soy honesta con ellos. No tengo ninguna preparación de ningún tipo. No se han planificado evaluaciones culminantes, no hay pruebas de vocabulario, no hay un análisis en profundidad (todavía), no hay una lección didáctica (todavía). Por ahora, les estoy enseñando a enamorarse de personajes e historias. Imaginar mundos muy distintos a los suyos. Ser villanos y héroes, amigos y enemigos. Estamos experimentando el texto juntos. Estamos construyendo significado juntos. Estamos conmocionados juntos. Estamos con el corazón roto juntos. Y les encanta ver mi reacción a los giros. Mi curiosidad y sed de más están incitando a su propio cuestionamiento y análisis. Si me quedo atrás, debido a la calificación u otras prioridades, esperan ansiosamente mi llegada a su destino”, cuenta Dina acerca de su estrategia.
Ahora, de 45 estudiantes, aproximadamente 30 están leyendo… y no sólo eso, también disfrutan genuinamente la novela.
Por primera vez, después de mucho tiempo siendo profesora, los jóvenes, la mayoría de ellos, están comprometidos activamente con un texto y quieren continuar leyéndolo. Dina no quiere reinventar la rueda, pero asegura que es necesario pensar en formas de “darle sabor a la biblioteca del aula”, para atraer a adolescentes que en estos tiempos están muy inclinados por las redes sociales. El objetivo, en otras palabras, es encontrar un libro que puedan experimentar juntos, vivir juntos, para perderse en él juntos.
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