Alejandro Carrasco es sociólogo, Doctor en educación y decano de la Facultad de Educación UC. Durante su carrera ha sido un acérrimo defensor de la inclusión, la justicia educativa y de las políticas públicas. Aquí cuenta algunas de sus razones.
En marzo de 2021, Alejandro Carrasco –sociólogo, Magíster en Ciencia Política y Doctor en Educación– inició sus labores como Decano de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile (UC). Alejandro asume este cargo tras ser director del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE UC) y muchos años de trabajo por las políticas educativas del país, desde las aulas universitarias –y fuera de ellas– impartiendo ramos como Política y Gestión Educativa.
Desde su mirada sociológica con foco en la educación, ha sido parte de múltiples debates sobre la reforma educacional, la Ley de Inclusión, el rol de las pruebas estandarizadas SIMCE y la Carrera Docente. En estos espacios, ha participado como defensor de la inclusión y la justicia educativa, también como un profesional que considera que las políticas educativas deberían ser la columna vertebral de un país. "Los profesores son los primeros que deberían dominar todo lo referente a políticas públicas", asegura.
Elige Educar (EE) ¿Por qué consideras que es tan importante que un profesor sepa y domine temas de política pública?
Alejandro Carrasco (AC): A mi modo de ver, la educación no solo conecta con ciertas habilidades que uno adquiere, para desenvolverse en el mundo, sino que también sirve para desarrollar capacidad de juicio, crítica, visión de la sociedad en la que uno vive; eso es fundamental para la tarea de educar a niños, niñas y jóvenes, para ayudarlos a procesar el mundo. Entonces, que un profesor de aula sepa de políticas públicas, le permite conectar con cosas como las que han pasado durante la pandemia; como por ejemplo, sobre la importancia del bienestar de las personas. Además, sirve para diseñar propuestas públicas para problemas comunes. Para mí, si un profesor no sabe de políticas públicas, va con la realidad cortada.
EE: A pesar de que no has tenido la experiencia de ser docente en escuelas, tienes esta bandera por la educación y las políticas educativas. ¿De dónde nace el interés?
AC: Efectivamente, no he tenido esa experiencia como profesor, porque soy sociólogo, es mi profesión de origen y académicamente, hago lo que se podría llamar “sociología de la educación” o “análisis de política educativa”. Dicho eso, desde siempre he trabajado en educación. Desde que salí de la universidad, nunca he trabajado en otra área. También, hice mi doctorado en Análisis de Políticas Públicas en Educación y lo que he visto, de lo que estoy convencido, es que lo que sucede en un aula, la interacción entre currículum, estudiantes y profesores, sucede gracias a decisiones de políticas públicas; no está disociado o separado.
Entonces, la contribución que visualizaba en educación, al no ser profesor, era poder entender y contribuir con soluciones, para fortalecer esa trama que uno puede construir en las decisiones públicas que afectan, para bien o para mal, en ese núcleo pedagógico mencionado: currículum, estudiantes y profesores.
Quiero dar un ejemplo, para ilustrar lo que estoy diciendo: no es aleatorio qué profesor está en un aula, tampoco es aleatorio qué formación recibió, tampoco es aleatorio qué salario gana o cuántas horas tiene para planificar. Si uno traza todo eso, depende de las políticas públicas. También tiene que ver en cómo se distribuyen en el territorio y el currículum, es algo que se decide por decisiones políticas.
Toda política pública tiene incidencia en el aula. El profesor no es un robot que desarrolla su estrategia pedagógica independiente del niño que le toque al frente; con determinado tipo de estudiante, se necesita determinado repertorio. Además, las interacciones entre pares generan respuestas y demandas a los profesores. En fin, termino aquí, las políticas públicas, si uno las traza, son el corazón del aula. Por eso, la gente que dice que los saben de educación son los que están en el aula, no visualizan el impacto que tienen las políticas educativas en la sala de clases. Por eso, los profesores tienen que estudiar políticas públicas.
EE: Se espera mucho del futuro del país en función de la labor de los profesores. Pero en Chile tenemos proyectado un déficit de 26 mil profesores idóneos y este 2021, se vio una baja considerable en las matrículas de las carreras de Pedagogía. Bajo ese contexto, ¿qué crees que debería cambiar para lograr que Pedagogía sea una profesión atractiva para los jóvenes?
AC: Primero, si uno compara los esfuerzos que ha hecho Chile con nuestros vecinos de la región, es increíble lo que se ha hecho. En Chile, estamos gastando 1 o 2 puntos del PIB en la Carrera Docente, es decir hay mucha inversión en educación. A eso hay que sumarle todo el esfuerzo que lideró Elige Educar con la mesa que logró conectar voluntades, visiones y universidades, para impulsar mejoras en la Ley de Carrera Docente. Si uno mira eso, parece increíble el resultado de marzo, con la baja de matrículas, porque se han estado haciendo cosas en el país.
Esto es cuesta arriba, por eso requerimos de esfuerzos múltiples y en paralelo, ningún esfuerzo solo, va a lograr hacer esta transformación. Lo que veo, y creo que debemos hacer, es algo que está más allá de nuestras manos, que es seguir en el proceso de entender –a lo ancho y a lo largo– la Carrera Docente. Además de eso, hacer más: seguir aumentando las remuneraciones y seguir fortaleciendo la trayectoria durante la carrera. De hecho, yo sería más ambicioso, dándole prestigio a esto, restringiendo instituciones formadoras de profesores. Los países que tienen la mejor formación de profesores, tienen completamente restringido quiénes los forman y nosotros tenemos que avanzar más a eso.
Otro punto en el que tenemos que seguir trabajando, es en las condiciones laborales de los profesores, que quedaron a la vista con la pandemia. En este sentido, quedó al desnudo lo demandante que es el trabajo de los profesores y ahí tenemos mucho que hacer en el área de las políticas públicas. También es lamentable ver que avanzamos y retrocedemos, porque siempre estamos a la deriva de quien gobierne, cuando las políticas educativas y los docentes, deberían ser primordiales siempre. Eso también es importante para el prestigio y valoración de la profesión. Aquí, nosotros podemos opinar mucho, escribir papers, cartas en el diario, pero si seguimos sin trabajar en base a la importancia de los profesores, estamos mal.
En cuanto a lo que nos corresponde a nosotros, como universidad, es tratar de ofrecer una Pedagogía que esté muy conectada con los tiempos, muy desafiante en términos intelectuales y atractiva en términos de experiencia universitaria. Por ejemplo, con las nuevas generaciones, nos toca pensar cómo ofrecemos una carrera con mucha versatilidad y que sea atractiva, donde puedan visualizar las herramientas que van a manejar en el mundo laboral. Tenemos mucho trabajo que hacer como facultad.
EE: Para cerrar, ¿cómo –desde la sociología– fue que empezaste a generar interés por políticas educativas y la educación inclusiva?
AC: La verdad, esto nunca lo he contado mucho. A mí desde adolescente me preocupó mucho la desigualdad social, me preguntaba mucho cómo se generaba, porqué se generaba, cómo se justificaba y cómo se cambiaba. Esas eran mis preguntas de adolescente y vi en la sociología la oportunidad de entender esto. Luego, con la carrera de sociología, nadie se dedica a la sociología en sí misma, porque hay muchas otras disciplinas y campos dentro de ella. Entonces, cuando llegué a sociología de la educación, descubrí que el mejor modo de entender cómo se produce la desigualdad social –desde mi punto de vista– y poder hacer propuestas para reducirla, era desde la educación, ahí es donde está la madre de todas las batallas.
Mucho de lo que explica la desigualdad social, tiene que ver con la adquisición, transmisión y preservación del conocimiento. De ahí, fue que me di cuenta que la educación me iba a permitir entender y transformar. Ese interés me terminó llevando a un doctorado y mucho trabajo de campo, con profesores, consejos de profesores; escuchando y aprendiendo de ellos. Desde ahí que me conecto mucho con el mundo escolar.
EE: ¿Esas preguntas que te hacías de adolescente llegaron gracias a un profesor?
AC: Creo que en mi caso, tuvo mucho que ver que durante mi adolescencia el país estaba viviendo un momento efervescente, que era el fin de la dictadura y el inicio de la democracia. En ese contexto tan politizado, a mí me llegaron esas preguntas, en esas dimensiones. También me llevaron a esas preguntas las discusiones políticas de mi hogar y mi entorno. Además fui scout, vinculado a una parroquia, un espacio en el que estaba vinculado de una forma muy social. Mi entorno me impulsó a hacerme muchas preguntas y entender el gran valor de la educación.
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