Un docente de español en Estados Unidos realiza un interesante recorrido sobre sus aprendizajes como docente durante el año, gracias a la cantidad de grapas que gastó.
El profesor estadounidense de secundaria, Ben Johnson, realiza en Edutopia una interesante reflexión sobre el cierre de año a través de un elemento que quizá muchos profesores del mundo utilizan constantemente: una engrapadora. Un elemento que sirve para unir papeles, evaluaciones, notas para los familiares, hasta algunas decoraciones y apuntes en la pared del aula.
“El otro día fui a llenar mi engrapadora y me di cuenta de que me quedaba la última recarga de una caja de cinco mil grapas. Me sorprendió haber usado tantas grapas. ¿Para qué demonios había usado cinco mil grapas? Luego comencé a reflexionar que era un elemento básico de mi clase. A principios de año, uso la engrapadora para decorar las paredes y los tableros de anuncios con carteles, mapas y pancartas de colores en español. Mi intención es crear una atmósfera en la que los estudiantes se sientan más propensos a hablar español”, escribe Ben al comienzo de su reflexión.
Pero las grapas no se quedaban sólo en las paredes de la sala de clase…
Al pasar los meses, Ben se dio cuenta que la engrapadora -que estaba siempre a la vista en sus escritorio- se estaba convirtiendo en un elemento de juego para los más traviesos o curiosos de la clase. Algunos empezaron a engrapar cuanta pieza encontraban y otros engraparon a algunos compañeros de la clase. Entonces, Ben se frustró, guardó este utensilio en su gaveta y empezó a usarlo como elemento de castigo para que los estudiantes que más molestaban durante la clase, tuvieran que arreglar las decoraciones maltrechas.
Este proceso buscó la forma de ver más allá de lo malo, para hacer un buen cierre de año escolar
Entonces, este profesor se dio cuenta de que la engrapadora no podía convertirse únicamente en un elemento que se relacionara con algo malo. Por esa razón, empezó a entregársela a los estudiantes para que pusieran en las paredes los trabajos de los que se sentían orgullosos. Y así, Ben comprendió que ese es el proceso de la enseñanza, entender que siempre existen nuevas formas de hacer las cosas y de entender a los estudiantes.
“Después de reflexionar sobre lo bueno y lo malo del engrapado, fue fácil ver a dónde se habían ido todo ese material. En el proceso de la enseñanza y el aprendizaje, se fueron 5.000 grapas, mientras que la humilde engrapadora solo jugó un papel secundario, pero mantuvo las cosas juntas, lo que es increíblemente importante (…) Sin embargo, si la engrapadora pudiera hablar, y no estuviera oculta en mi gaveta la mitad del año, ¿qué diría? (…) Con suerte, sería un testimonio de mi dedicación para ayudar a los estudiantes a tener éxito antes y después de la escuela, y sus almuerzos perdidos debido a sus detenciones … ¡ZAP! Hmmm, creo que tal vez debería ser más amable con mi engrapadora y sacarla de mi gaveta de ahora en adelante”, escribe Ben.
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