El desarrollo del pensamiento científico se ha convertido en la herramienta pedagógica más utilizada por las educadoras de este jardín infantil.
El objetivo principal del jardín infantil Continente Blanco en Punta Arenas, Chile, era fomentar en los niños su capacidad de formular ideas y representaciones mentales diferentes y complementarias a los pensamientos cotidianos o mágicos que solían tener. En este camino, la ciencia se convirtió en la mejor herramienta. Entendiendo el pensamiento científico como un elemento clave para despertar actitudes indagatorias y potenciar las capacidades de asombro y aprendizaje, las educadoras de este jardín de la Región de Magallanes convirtieron la ciencia en un elemento de exploración activa, en un juego, en un instrumento ideal para potenciar la autonomía del niño y su habilidad de resolver problemas.
“Y es que el pensamiento científico mejora la capacidad de razonar y la habilidad para transitar de nociones básicas a más complejas, ayuda a resolver problemas en situaciones reales, practica la construcción del propio aprendizaje, ejercita la capacidad deductiva, colabora en crear estrategias y soluciones propias y mejora la relación del niño con su entorno físico (percepción de los espacios, formas, partes del todo, etcétera), todo lo cual induce a los párvulos a adquirir nuevos niveles de abstracción y mayor profundidad en sus conocimientos”. (Experiencias pedagógicas innovadoras en los jardines infantiles, JUNJI Pg 23-25).
Cómo
Para poder desarrollar el pensamiento científico en los párvulos, las educadoras del jardín Continente Blanco diseñaron actividades sencillas en las cuales los niños pudieran, investigar y entender cómo funcionan ciertos objetos a través de actividades cotidianas como el uso de ciertos juguetes o la identificación de ciertas prendas de vestir. En estos ejercicios, la observación era fundamental, pero también la formulación de preguntas para despertar la curiosidad y la autonomía del niño.
Hoy, en el jardín, lo más importante es dejar que los niños lo intenten, bajo la supervisión de un mediador que no busca dar respuestas, sino simplemente dirigir el aprendizaje y permitir que el niño resuelva los problemas. Lo mejor de todo, es que la diversidad de temáticas que se han abordado a través de esta metodología es muy amplia, especialmente porque han nacido de los intereses de los niños y sus familias quienes en este jardín, son parte esencial de esta metodología científica. De esta forma han surgido iniciativas como “Tomates al desnudo”, “Microorganismos”, y “Experiencias didácticas”.
“Tomates al desnudo”, “Microorganismos”, “Experiencias didácticas” son tres proyectos que se desarrollan en el jardín para dialogar con los párvulos sobre qué sucede, por ejemplo, con los microorganismos en la descomposición de los alimentos o en su crecimiento en diversas soluciones (leche, sal y azúcar) y con el agua en sus distintos estados y lugares, como mar, llave, charco, piscina o río. Poco a poco, el pensamiento científico fue siendo internalizado a partir de observaciones y experiencias que generaron en los niños interrogantes o la famosa “duda metódica” de Descartes. A partir de esas dudas, los niños elaboraron un sistema de comprobación a medida de su edad y conocimiento que aprobó o desestimó las hipótesis que ellos mismos propusieron”. (Experiencias pedagógicas innovadoras en los jardines infantiles, JUNJI Pg 23-25).
“Niños y niñas portan la ciencia de manera innata”
Desde que llegan al mundo, los niños investigan, se asombran, descubren nuevas cosas, lo que sin duda los convierte en científicos innatos. Esta fue una de las principales razones por las cuales este jardín decidió innovar a través de la ciencia, una ciencia didáctica que permite que los niños no sólo a desarrollen un pensamiento indagatorio, sino que también aprendan a trabajar de forma colaborativa, desde la solidaridad y la empatía.
Las actividades lúdicas en este jardín potencian nuevos aprendizajes, enriquecen el mundo de los niños, sus ideas y la forma como se enfrentan a diversos desafíos o experiencias que nutren su aprendizaje.
“Tanto las familias como el personal de aula preparan pendones educativos, material audiovisual, realizan experimentos, se autocapacitan, para que la ciencia, en definitiva, aporta grandes beneficios en el desarrollo de habilidades que pueden perdurar a lo largo de toda la vida. Finalmente, el éxito del proyecto está dado por la combinación que se logra entre ciencia y juego y la participación activa de las familias, niños y personal docente”.(Experiencias pedagógicas innovadoras en los jardines infantiles, JUNJI Pg 23-25).
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