Según el investigador Ron Ritchhart, el objetivo esencial de esta cultura es llegar a una buena comprensión del aprendizaje.
Ayudar a los estudiantes para que “aprendan a aprender” es crucial para que se conviertan en aprendices de por vida. Esta capacidad, según Ron Ritchhart (investigador asociado al Proyecto Zero de Harvard), se llama “pensamiento meta-estratégico” y es un tipo de pensamiento que permite al alumno ser mucho más independiente a la hora de aprender. “Si no tenemos esas estrategias, si no las conocemos, entonces estamos esperando que alguien más dirija nuestro pensamiento”, dijo el experto en la conferencia Learning and the Brain.
Para descubrir qué tan conscientes son los estudiantes de sus pensamientos en diferentes edades, Ritchhart ha estado trabajando con las escuelas para construir “culturas de pensamiento”. Su teoría es que, si los educadores pueden hacer que el pensamiento sea más visible, ayudando a los estudiantes a desarrollar rutinas alrededor de estas acción, entonces su pensamiento será mucho más profundo. Ritchhart estudió a 400 estudiantes en una escuela centrada en cultivar una cultura del pensamiento y él pudo trazar el desarrollo de la metacognición de 4º a 11º grado. “Los estudiantes básicamente ganaron dos años y medio de lo que se esperaría solo de los maestros que intentan crear esa cultura de pensamiento”, dice Ritchhart en KQED. Aunque admite que el estudio no es definitivo, los resultados, para él, son una prueba del impacto que tiene los profesores que se enfocan en cultivar el pensamiento.
Pero, ¿exactamente qué pueden hacer los profesores para trabajar esa “cultura de pensamiento”?
En una cultura de pensamiento, los estudiantes reconocen que el pensamiento colectivo e individual es valorado, visible y promovido activamente como parte de la experiencia cotidiana de todos los miembros de un grupo. Este tipo de cultura puede darse en cualquier espacio donde el aprendizaje juega un rol importante y el objetivo esencial de esta cultura es llegar a una buena comprensión del aprendizaje. Pero es importante tener en cuenta que dicho aprendizaje no llega sólo con la entrega de información. Ritchhart asegura que el aprendizaje sólo ocurre cuando el estudiantes hace algo con esa información, por eso, los profesores deben pensar en ofrecer contenido, pero también en aquello que quieren que los estudiantes hagan con ese contenido.
Una forma sencilla de pedirle a los estudiantes que sean más metacognitivos es construir, por ejemplo, un tiempo de reflexión pidiéndole a los estudiantes que piensen sobre la lección e identifiquen los tipos de pensamiento que usaron durante todo el proceso de aprendizaje. De esta forma no sólo construyen vocabulario entorno al pensamiento, sino que también adquieren la confianza para nombrar las estrategias específicas que usaron. Este tiempo para reflexionar también les recuerda a los estudiantes que en realidad hicieron un trabajo durante la lección.
Además de esto, hay una serie de “movimientos de pensamiento” que según el experto conllevan a la comprensión real del aprendizaje.
Esos movimientos incluyen: cuestionar los procesos, mirar distintas perspectivas, razonar a partir de evidencia, hacer conexiones con conocimientos previos, hacer conclusiones y construir explicaciones, interpretaciones y teorías. Pero para que los estudiantes lleguen a ejecutar dichos “movimientos”, es esencial que los docentes lleven a cabo rutinas o estructuras que permitan apoyar paso a paso el pensamiento del estudiantes. Pensando en esto, Ritchhart y sus colegas de Proyecto Zero diseñaron una serie de “rutinas de pensamiento”, es decir, estructuras simples que los docentes pueden usar para que sus estudiantes desarrollen hábitos de la mente que desemboquen en un mayor entendimiento de lo que están aprendiendo. Esas estructuras pueden incluir sets de preguntas o una secuencia corta de pasos que permita que los alumnos vayan mucho más allá de lo superficial. Un buen ejemplo de esto es la rutina: Ver, pensar, cuestionarse. Si los estudiantes están viendo una obra de arte pueden VER y expresar lo que notaron, PENSAR y describir lo que creen que está pasando en la obra y finalmente CUESTIONARSE acerca de algo que les haya llamado la atención.
“Una de las razones por las que las llamamos ‘rutinas de pensamiento’ es porque ayudan a convertir el pensamiento en algo habitual”.
Más allá de estas rutinas, los importante es justamente llegar a eso: establecer el pensamiento como una prioridad en las aulas, como un acción cotidiana para establecer esa “cultura de pensamiento” de la que habla Ritchhart. Y aunque hay muchas formas de hacerlo, lo más importante es lograrlo para que los estudiantes hagan una pausa, entiendan lo que están pensando y cómo lo están pensando pues esto será la base que necesitan para observar, analizar, cuestionar, explorar y aprender de una forma profunda, de una forma significativa.
When Kids Have Structure for Thinking, Better Learning Emerges, MindShift.
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