La Doctora Sara Baker, investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad de Cambridge se ha dedicado a estudiar el cerebro de los niños durante la primera infancia. Sus investigaciones apuntan a analizar el lóbulo frontal de los más pequeños con el fin de entender la adquisición de habilidades esenciales para el aprendizaje, ¿qué ha descubierto?
¿Por qué importa el lóbulo frontal?
El lóbulo frontal es una de las grandes divisiones de la corteza cerebral y se encarga de regular acciones fundamentales llamadas “funciones ejecutivas” (o habilidades cognitivas) como la toma de decisiones, el comportamiento, y la resolución de problemas. Es decir, todas aquellas habilidades que nos hacen ser diferentes a otros animales.
Funciones ejecutivas y educación
En educación, las funciones ejecutivas en los niños son un tema muy importante. Según Baker, cuando ella y sus colegas hablan con los profesores acerca de la psicología que hay detrás del desarrollo del lóbulo temporal, ellos inmediatamente reconocen la importancia del autocontrol y hablan de los niños que no pueden concentrarse (quienes muy probablemente, están luchando con sus funciones ejecutivas). Esto resalta la importancia de tomar el proceso de desarrollo del cerebro de los niños y crear estrategias para fortalecerlo. En los primeros años, la educación, el aprendizaje con juegos y la libertad de explorar, fortalecen la independencia y la habilidad de saber cuándo pedir ayuda (dos cosas que dependen directamente de las habilidades de autocontrol).
Un experimento
Junto a otros investigadores, Baker diseñó un experimento para identificar las edades en las que las funciones ejecutivas se desarrollan. Utilizaron una fila de cuatro cajas interconectadas para probar las habilidades que tienen los niños a la hora de aplicar conocimiento en física básica. Así funcionaba: una bola rodaba por una pendiente, entraba en la primera caja y desaparecía. Una barrera (con la parte superior visible) se encajó entre dos de las cajas para moverla e impedir que la bola rodara más. Se le pidió a los niños que abrieran la puerta de la caja donde la bola se escondía. Sólo un 32% de niños entre los 29 y 31 meses de edad identificaron correctamente la ubicación de la bola teniendo en cuenta que la barrera detendría el movimiento de ésta. En cambio, un 66% de niños entre los 32 y 36 meses tuvieron éxito en este ejercicio.
¿Qué dicen estos resultados?
Primero, que sólo un mes en la edad de un niño puede afectar la habilidad para desarrollar ciertas actividades de forma exitosa, pero eso no es lo más importante. Para Baker, lo esencial es ver el “error”. En este caso en particular, ver por qué buscaron cierto objeto en un espacio en particular pues muy a menudo, además de aprender algo nuevo, ellos están aplicando otros conocimientos que habían aprendido antes. Por ejemplo:
“Cuando los niños más pequeño abrieron la misma puerta dos veces en el experimento de las cajas, a pesar de que la barrera se movió, ellos aplicaron la lógica: un objeto está exactamente donde fue encontrado antes”.
Errores como estos revelan mucho de cómo ven y entiende el mundo los niños y esto permite a los investigadores aprender a entender el desarrollo de sus cerebros, lo que permite a padres y profesores ayudar a superar los impulsos fuertes y erróneos.
“El desarrollo de esta área vital de tu cerebro sucedió mucho antes de que empezara la educación formal y continuará a lo largo de toda tu vida”, dice Baker.
Neuro Science News, University of Cambridge, Alex Buxton.
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