Basados en algunos estudios, el Centre for Educational Neuroscience de la Universidad de Londres, habla sobre los “estilos de aprendizaje” y lo que hace falta en términos de investigación para profundizar en este utilizado concepto.
Los llamados “estilos de aprendizaje” se pueden relacionar con dos ideas en particular: la primera, que los estudiantes tienen diferentes preferencias a la hora de decidir cómo aprender un tema, y la segunda, que cuando un tema es presentado en una forma que se ajusta a sus preferencias, el aprendizaje de alguna forma, mejora. Esta coincidencia entre la preferencia y el material que sirve para mejorar lo que se aprende se llama “hipótesis de malla”. Aunque hay varios esquemas de estilo de aprendizaje, la mayoría de los estudiantes son categorizados en tres muy comunes: el visual, el auditivo y el kinestésico (modelo VAK). Esto significa que al usar esta categorización, se supone que un estudiante visual puede aprender algo de manera más efectiva cuando le muestran conceptos a través de imágenes, cuadros o diagramas, en lugar de lecturas y discusiones, adecuadas más para los estudiantes auditivos, o la manipulación de objetos y movimiento corporal, perfectos para los estudiantes kinestésicos.
Las desventajas
Aunque muchos han escrito sobre los estilos de aprendizaje, los estudios empíricos sobre el efecto de éstos, son muy pocos. Hasta ahora, la gran mayoría de los estudios que han adoptado este diseño han encontrado el siguiente resultado: no existe un vínculo entre el estilo de aprendizaje y el desempeño de los estudiantes. A pesar de la falta de evidencia, el uso de los estilos de aprendizaje en la sala de clase es un método que se ha utilizado mucho alrededor del mundo entero. Pero, aunque es una tendencia popular, algunos expertos creen que si bien la forma de presentar un material o tema en al sala de clase es importante, éste debería estar determinado más por el contenido como tal y no por la preferencia de los estudiantes, ¿por qué? Porque muchas veces, lo que aprendemos está intrínsecamente vinculado a una modalidad o categoría. Por ejemplo, cuando aprendemos sobre el sonido que hace una vaca al mugir, el aprendizaje pasa por el sistema auditivo y se almacena también en la memoria auditiva. Además, en la mayoría de los casos cuando aprendemos un hecho recordamos el significado, independientemente de cómo lo aprendimos. Esto probaría entonces que, presentar el material en más de una modalidad, puede ser beneficioso para todos los alumnos.
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Se necesita más evidencia
Antes de desechar la idea de los “estilos de aprendizaje”, se necesita mucha más evidencia. Pero mientras tanto, los hallazgos sugerentes, como aquellos que indican que las personas son consistentes al hablar sobre sus preferencias de aprendizaje y el hecho de que los niños tienen diferentes aptitudes para distintos tipos de tareas, indica algo que es muy cierto: que se necesitan encontrar mejores formas de medir y aprovechar las preferencias de aprendizaje pues aparentemente y sorprendentemente, las aptitudes no se relacionan con dichas preferencias.
La conclusión del Centre for Educational Neuroscience en este momento es que, por mucho que la idea sea intuitivamente plausible, no hay una buena evidencia que le de gran valor a los estilos de aprendizaje en las escuelas. ¿El veredicto de los autores? Que este popular concepto es una especie de neuro-mito en el que hay que seguir profundizando cada vez más.
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