“Ésta, la escuela, es, por sobre todo, el reino de la belleza. El reino de la poesía insigne. Hasta el que no cree cantar, aquí está cantando sin saberlo”… Esta y muchas otras reflexiones de la poetisa y maestra rural quien con convicción y carácter cambió la historia de la educación.
Poetisa, maestra y activista. Así fue Gabriela Mistral, la chilena que no sólo pasó a la historia por ganar el Premio Nobel de Literatura, sino por sus firmes convicciones y denuncias con respecto a un sistema educacional, que desde su discurso, debía ser de calidad y para TODOS. El paso de Gabriela por el mundo de la pedagogía en Chile no fue sencillo; su origen humilde, su género, su posición política y social, su visión pedagógica, muy adelantada para la época, además de su formación autodidacta, hicieron ruido en el mundo de la pedagogía de ese momento. Sin embargo, con esfuerzo, dedicación y convicción logró posicionarse como líder, como un modelo a seguir para las mujeres y como maestra de las américas, llegando incluso a impactar notablemente en los procesos de la reforma educativa en México, país donde residió gran parte de su vida.
Gabriela no sólo era una educadora, era una artista que estaba convencida de que educar y moldear humanos, era una labor semejante a la de un talentoso escultor que después de un trabajo dedicado, obtiene los más gratificantes resultados. “Yo me pongo más feliz que Miguel Ángel cuando termina el David cuando hago una hermosa clase”. Sus palabras (recopiladas de extractos de prosa, conferencias y artículos), incluso 60 años después de su fallecimiento siguen tan vigentes como en ese entonces, siguen siendo una guía y una lección para todos aquellos docentes cuyo único objetivo es enseñar con pasión.
1. Métodos activos de instrucción
“Una de las mejores lecciones de pedagogía que he recibido, me ha sido dada por una avecilla (pecho-rojo). Estaba en el jardín y la madre le enseñaba a volar a sus pequeñitos. Uno de ellos quedaba en el nido y parecía que temía moverse. La madre fue a posarse a su lado, le dio alimento con su pico y lo forzó a levantarse. En seguida saltó sobre una rama vecina, invitándolo a seguirla… Que los instructores no pierdan de vista esta verdad: es preciso que siempre y a la vez, den y tomen, que aventajen y que sigan, que obren y dejen obrar”.
Mireya, Año I, Nº 1, Punta Arenas, 1919.
2. La escuela
“Los maestros deben mostrar las bellezas y miserias de su escuela, para crear lenta pero seguramente, la simpatía de la ciudad hacia ella, ya que solo conocer conduce a amar. La vida de un establecimiento no ha de ser interior, subterránea, fría: se ha de derramar hacia afuera. Exhibición, no; transparecia de la labor que se realiza, plena luz entorno a ella, porque es honrada, y petición de ayuda, porque a todos importa la casa de los niños, porque debe ser ella la preocupación latente de todos los hombres y mujeres buenos y conscientes”.
Mireya, Año I, Nº 1, Punta Arenas, 1919.
3. El oficio
“Que el oficio no nos sea impuesto: primera condición para que sea amado. Andan muchos sintiéndose humillados en su profesión o pensándose superiores a ella. ¿Por qué no la dejan? La recogerán otros que le sean más leales… Porque cuando la profesión se vuelve vicio para nosotros, hasta el punto que el maestro de escuela acaba por no ver el mundo sin pedagogía -y solo en la suya, lo que es peor- la extensión, digamos la inundación del oficio para la calamidad”.
Desde Fontainebleau, 1927. En Grandeza de los oficios, 1970.
4. La imagen
“Al hogar de la Palabra: que llamamos Escuela o Colegio, ha llegado un competidor formidable: la imagen. La cuestión del cine educativo igual que la recién nacida televisión, va y viene en ensayos y en críticas laudatorias o en despectivas y hasta iracundas. Ninguna clase escolar de tipo verbalista podrá dar a los muchachos -ni aún por el profesor más ilustre- el caliente interés de una cita viva, asistida en su relato de movimiento, expresividad, color, arte, belleza y verdad… Tarde o temprano los profesores comprenderán que el huésped cuya presencia les parecía un peligro, es realmente el mayor y mejor de sus aliados”.
1956 en Magisterio y Niño, 1979.
La Tercera
5. La lectura
“… Yerran los maestros que, celando mucho la calidad de la lectura, la matan al imponer lo óptimo a tirones antes de tiempo… he visto a chiquitos bostezar por una líadas en versión llamada infantil y que se despabilaban en seguida con cualquier Julio Verne… Aceptemos ladinamente el gusto zurdo del niño por la aventura mal escrita, que una vez hecho su “estómago lector” la aventura sandía irá trepando hacia Kipling y Jack London, y de estos a otros, hasta llegar a la Divina Comedia, al Quijote o al mundo de Calderón… El fastidio lleva derecho a la repugnancia”.
En Antología Mayor, 1922, Madrid.
6. Sobre la sugestión de inferioridad
“… Uno de los mayores daños que se puede causar a un hombre, es convencerle de que nada vale, de que no tiene a su alcance probabilidad alguna de adelanto y de que su vida llegará a ser cosa de provecho. La sugestión de inferioridad es responsable del malogro de muchas aspiraciones, del entorpecimiento de muchas vidas, del fracaso de mal dirigidos esfuerzos. Así como la continuada caída de la gota horada al fin la peña, así también la persistente reiteración de un dicho acaba por convencer a un hombre de flaca voluntad y corto entendimiento”.
De La Desterrada de mi Patria, tomo II, 1975.
7. La enseñanza es poesía
“Quien ha hecho clase lo sabe. Sabe que la hermosura es el aliado más leal de la virtud y que el maestro más reacio a la poesía se le hace pura poesía la clase cuando explica con altura… La pedagogía tiene su ápice, como toda ciencia, en la belleza perfecta: Esta, la escuela, es, por sobre todo, el reino de la belleza. El reino de la poesía insigne. Hasta el que no cree cantar, aquí está cantando sin saberlo”.
CA 1917. Legado de Gabriela Mistral, Colección Archivo del Escritor, Biblioteca Nacional.
Museo Gabriela Mistral de Vicuña
8. La escuela al aire libre
“Durante mis siete años de profesorado en Los Andes (1912-1918) hice siempre al aire libre, bajo un gran parrón del Liceo, mis clases de lectura, recitación, historia y geografía. Afronté en los comienzos las burlas, sanas algunas, de mis colegas y los chistes de las niñas, que hallaban divertida su nueva situación… La clase perdía en gravedad. Lo que para mí es ventaja. Perdía en “irrealidad” era más humana y real. Observé que las niñas que en clase solo “reciben”, en el huerto “dan”, preguntan, piensan, se interesan por la tierra toda”.
En diario Atlántida, Stgo, 1922.
Inspirado en la publicación Mistral: Pasión de enseñar de la Revista Ventanal.
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