En 1986, Christa McAuliffe fue elegida parte hacer parte de un proyecto del gobierno de EE.UU., llamado “Maestros en el espacio”. Así fue su trágica pero inspiradora historia.
En 1984, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan creó un proyecto al que llamó “Maestros en el espacio” cuyo objetivos era despertar en los estudiantes el interés por las matemáticas, la ciencia y la exploración espacial. Más de 11.000 profesores postularon para hacer parte de éste, entre esos, Christa McAuliffe, una docente de una escuela secundaria en Concord (New Hampshire). McAuliffe de sólo 37 años de edad, se conviritió en la primera profesora en ser enviada al espacio exterior en una misión en la que siete astronautas debían pasar seis día en órbita, desplegar un satélite y realizar diversos experimentos.
La misión de McAuliffe en el espacio, era impartir dos clases de 15 minutos que serían transmitidas en vivo para millones de estudiantes.
Su participación en esta misión de la NASA generó grandes expectativas por parte de niños, jóvenes y padres, que el 28 de enero de 1986, tenían sus ojos puestos en la transmisión en directo de este viaje espacial. Lamentablemente 73 segundos después de haber despegado de la base aérea (Florida, EE.UU.), el transbordador Challenger explotó. McAuliffe y los seis astronautas que la acompañaban en la misión fallecieron.
El legado de McAuliffe
Antes del lanzamiento, la profesora dijo: “Una de las cosas que espero traer al aula de clase es hacer la conexión con los estudiantes para que sientan que ellos también son parte de la historia, que el programa espacial les pertenece e intentar educarlos con la era espacial”. McAuliffe no pudo traer sus enseñanzas del espacio a la sala de clase, pero sí logró dejar un legado en la Tierra después de su partida… Aunque no se sabe si alguno de sus estudiantes decidió seguir una carrera de astronauta, algunos de ellos sí optaron por ser profesores. Por ejemplo Tammy Hickey, quien es profesor de educación física, o Joanne Walton, quien es maestra de primaria. Ambos recuerdan a su profesora como una mujer dedicada, inspiradora y con un entendimiento especial de la labor docente:
“Ella sabía que enseñar es mucho más que simplemente ofrecer información y que es realmente importante conocer a los alumnos”, dijo Walton, quien aseguró además que en ocasiones, durante sus clases se pregunta “¿qué haría Christa?”.
Después del accidente, Christa no sólo recibió el máximo galardón que puede recibir un astronauta de la NASA (la medalla de honor espacial del Congreso de EE.UU.)…
También, sin saberlo, siguió dejando su huella a la educación: en la ciudad donde vivía y enseñaba se construyó un planetario que fue bautizado con su nombre. Además, en 2007, la profesora Barbara Morgan continuó su misión, la de poder llevar el espacio a las aulas. Morgan quien había sido escogido y entrenada por la NASA como parte del equipo del Challenger, viajó a bordo del transbordador Endeavour, concluyendo así lo que Christa un día comenzó: convertirse en la primera maestra del mundo en ir al espacio.
NASA
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