¿Puede una intervención musical del ritmo ayudar a impulsar el ritmo del lenguaje y las habilidades en gramática en niños? Esta una de las preguntas que la cantante e investigadora Reyna Gordon quiere resolver con su trabajo.
Reyna Gordon estudiaba música y todo indicaba que se convertiría en cantante de ópera. Sin embargo, al recibir su título de grado, se fue a vivir a Italia, donde tomó clases de lingüística y empezó a cuestionarse todo sobre los efectos de la música en el cerebro: “Qué pasa en nuestros cerebros cuando oímos música?, ¿qué pasa cuando cantamos?, ¿qué pasaba en mi cerebro cuando yo cantaba?”. Esas fueron algunas de las preguntas que ella se planteó y que la llevaron a entrar a un programa académico de neurociencia en Marsella, Francia, hecho que cambió el rumbo de su historia como cantante.
Hoy, Gordon es directora del Music Cognition Lab (Laboratorio de cognición musical), el cual hace parte del Departamento de Otorrinolaringología del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt (EE.UU). Allí, la cantante estudia las conexiones que hay entre el ritmo y la gramática, y cómo el ritmo y el entrenamiento musical puede ayudar a algunos niños con un desarrollo del lenguaje atípico.
El trabajo de Gordon ha desembocado en una investigación que evidencia la correlación existente entre las habilidades del ritmo y una buena comprensión de la gramática.
A raíz de esto, uno de las principales detalles que ella ha descubierto es que los niños que pueden detectar variaciones del ritmo en la música, tienen mayor facilidad a la hora de estructurar oraciones.
“Una de las cosas que el ritmo y la gramática tienen en común es que ambos se desarrollan con el tiempo, y nuestros cerebros forman expectativas acerca de lo que viene sobre la base de lo que acabamos de escuchar”, dice Gordon.
A los 5 años, dice Gordon, un niño típico entiende y utiliza oraciones complejas.
Sin embargo, algunos estudios han demostrado que aproximadamente un 7% de los niños tienen algo conocido como “trastorno específico del lenguaje” o “desorden del desarrollo del lenguaje”, lo cual dificulta sus habilidades lingüísticas independiente a si el niño tiene un coeficiente intelectual normal (y no sufre de autismo o deficiencia auditiva). El problema usualmente no es diagnosticado, lo que puede también afectar su rendimiento en la escuela. Veamos el ejemplo de una de las pruebas que se hacen para determinar si un niño tiene este tipo de dificultad:
Un niño está viendo la imagen en un libro. La investigadora le pide que describa lo que está viendo y le hace una pregunta y le dice que responda empezando su oración con la palabra “Él”.
La investigadora: “El perro corrió hacia la puerta y estaba ladrando. ¿Qué piensa el niño?”
El niño responde: “Él piensa que el perro está ladrando a algo que no está ahí”.
Un niño con un desarrollo del lenguaje atípico posiblemente hubiera contestado lo mismo pero solo con un par de palabras. Otra de las pruebas es rítmica: los niños escuchan varios ritmos musicales y tienen que decir si son iguales o diferentes. En otro ejercicio, imitan una serie de sílabas habladas, con variaciones en el tiempo y la entonación.
En su laboratorio, Reyna Gordon estudia a niños con y sin esta discapacidad del lenguaje realizando pruebas como estas.
Cuando ella observa que alguno de los niños muestra debilidad frente algunas de estas pruebas, invita a los niños a hacer parte de un programa llamado MILEStone (Music Impacting Language Expertise) que nació con el fin de responder la siguiente pregunta: ¿Puede una intervención musical del ritmo ayudar a impulsar el ritmo del lenguaje y las habilidades en gramática en niños con desorden del desarrollo del lenguaje? El programa tiene una duración de 5 meses en incluye clases de violín semanales y la enseñanza del ritmo a través del movimiento. Después de todo este programa de entrenamiento, los niños hacen tests de ritmo musical, ritmo del habla, coeficiente intelectual no verbal, lectura, entre otras actividades para medir los resultados.
Aunque Gordon aún no tiene resultados exactos, está convencido de que quizás la música puede ayudar a impulsar ciertas cosas como la habilidad del procesamiento auditivo o la sensibilidad al ritmo que se genera a través de la escucha del lenguaje cotidiano.
“Todavía no lo sabemos, así que tenemos una serie de preguntas por responder. Pero mientras estamos en estas etapas iniciales creo que la música es algo divertido, y si las familias lo están disfrutando, vale la pena seguir con el programa”.
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