Desde 2014, este docente oriundo de Puerto Príncipe ha impartido clases en algunos establecimientos santiaguinos, donde le ha tocado ser el ente integrador con los niños haitianos. Esta es parte de su historia.
Jonas Bazile (35), llegó a Chile en noviembre de 2012, tras casi diez de experiencia como docente en su ciudad natal: Puerto Príncipe, capital de Haití. Titulado en pedagogía de la Universidad Autónoma de Puerto Príncipe (UNAP) y con el dominio de dos idiomas, francés y créole, llegó a Santiago de Chile a cursar nuevamente el último año de enseñanza media (secundaria). Un requisito que los ciudadanos haitianos debían cumplir para convalidar su título en este país.
“Yo terminé en 2004 la secundaria, pero tuve que tener más paciencia y como a mi me gusta estudiar mucho, hice de nuevo mi cuarto medio, porque fue el requisito. También hice mi prueba en el Ministerio de Educación, a ver si era verdad que yo era profesor y gracias a Dios todo salió bien. Pero antes de todo eso, tuve que aprender español. No hablaba nada de español”, cuenta entre risas.
En 2014 logró convalidar su título y terminó varios cursos de español en la Municipalidad de Estación Central. Desde entonces empezó a dar clases en el colegio municipal Humberto Valenzuela García, ubicado en la Población Nogales de Estación Central.
Con el paso de tiempo, Bazile emprendió nuevo rumbos. Hace tres meses se desempeña como profesor en el colegio San Alberto Hurtado de la misma comuna. En la actualidad 250 estudiantes del plantel son extranjeros y de esos, 175 son haitianos, el grupo del que Bazile se encarga al ser el único docente proveniente del país caribeño que labora en dicha institución. Esta cifra conforma el 1,7% de foráneos que son parte del sistema escolar chileno -integrado por 3.226.513 estudiantes-, según datos del Ministerio de Educación (2016).
Matemática, historia, español y francés son las materias que imparte Bazile. Su trabajo no se queda en los niños, este docente también enseña créole a los otros profesores del colegio.
“Ellos son los que han pedido el curso, me lo pidieron hace seis meses. Porque se han dado cuenta que el idioma es la primera barrera, lo que que no nos permite la integración. Ellos son los que quieren comunicarse mejor con los niños haitianos”, explica.
Bazile, quien cuenta que decidió emigrar por temas de seguridad, se ha transformado en un ente articulador al interior de la comunidad educativa; estudiantes y profesores han sido los principales beneficiados.
Elige Educar/Lorena Tasca
— ¿Cómo ha sido el proceso de ayudar a los niños haitianos del colegio a adaptarse?
— Yo le doy clases tanto a los chilenos como a los haitianos, de primero básico a cuarto medio. Como docente, mi plan de integración y mi primer trabajo es ver cuáles son los niños que necesitan ayuda por el idioma, quiénes necesitan un curso de español. Con ellos (con los haitianos) trabajo primero un curso de español y luego, en las tardes, trabajo con algunos de ellos algún curso en específico como matemática, física, lenguaje, cualquier curso. Por ese trabajo que he realizado, este colegio me está permitiendo hacer el curso de matemáticas sólo para los haitianos. Algunas veces a estos cursos llegan los peruanos, colombianos, venezolanos, todos.
— ¿Tiene alguna metodología particular en su trabajo docente al impartir clases a niños haitianos en un colegio chileno?
— Con los haitianos siempre hago un trabajo de aprendizaje en el que los incentivo. Primero les enseño las vocales y luego el silabario. Así vamos trabajando palabras, con diptongos, triptongos, todo esto. Después trabajamos mucho las palabras que tienen la h intermedia, que se usa mucho en Chile. Y así les hago muchos juegos que los incentiven. Después, ya aprendido eso, hacemos las clases de matemáticas. En mis clases de español también los mando a leer muchos textos. De hecho, cuando doy clases de matemática siempre doy las clases en créole y en español, así ellos van aprendiendo.
— ¿Te ha tocado enseñarles sobre Chile?
— Siempre lo hago, siempre les estoy hablando sobre la comida chilena. Pasa mucho que ellos no quieren comer las cosas de acá y yo siempre hablo con ellos, les cuento sobre la gastronomía en Chile, sobre la cultura, sobre cómo son las cosas acá.También les enseño sobre historia de Chile, y esto lo hago con un profesor de historia chilena, que se sienta cerca de mi y me va corrigiendo, añadiendo datos. Eso es muy bueno porque estamos hablando en español y créole. Y cuando habla él, yo hago la traducción.
— ¿Y se toma en cuenta la historia haitiana en las clases?
— Sí, de hecho yo a los niños haitianos les doy clases de historia de nuestro país, porque al final son de allá y tienen que saber la historia de su país, es parte de su cultura. También les hablo mucho a los chilenos sobre nuestra historia.
— ¿Observa que hay integración en el colegio?
— Sí, se mezclan mucho, pero sí se ve que los niños haitianos cuando no hablan español se juntan entre los haitianos. El colegio se encarga de trabajar la integración, de que los chilenos no esten por un lado y los haitianos por otro, que se mezclen como buen colegio intercultural, porque también tenemos chinos.
— ¿Hay un trabajo en equipo para hacerle seguimiento a la integración de los extranjeros?
— Sí, sí. Se hace un seguimiento especialmente en las necesidades que puedan tener en cuanto a libros, cuadernos o ropa. También hacemos visitas a sus casas, para ver cómo funciona todo en sus hogares, porque algunos viven en condiciones muy malas. Pero aquí son apoyados de muchas formas. También le damos cursos de español a los apoderados que no hablan el idioma. Los que más trabajan ese tema es el programa de Jesuítas que tienen acá, ellos conforman un equipo que siempre está haciendo seguimiento, es el grupo pastoral que trabaja con voluntarios de todas partes del mundo los que le hacen seguimiento a este tema.
—Y usted como docente, ¿cómo ha sido su proceso de integración?
— Me ha tocado estudiar mucho y agradezco que me han tocado buenos compañeros, a los profesores que conozco ahora los considero mis amigos. Al principio sí tuve algunos problemas de racismo. Pero poco a poco me he adaptado. Es que lo primero que hice al llegar a Chile fue ir a la Municipalidad, la que tenía cerca de Estación Central, que fue donde llegué. Porque para mi una municipalidad es como mi casa, porque trabajé casi 10 años en una en mi país. Daba clases ahí sobre temas de ciudadanía y pasé muchos años dando clases de matemáticas, lenguaje, historia, de todo en colegios de la municipalidad. Ahora aprendo de nuevo, pero en español.
Sin duda, el compromiso de este profesor no deja indiferente a nadie. Tal vez sea porque para él, la docencia es algo de familia: su madre es directora de un colegio en Puerto Príncipe y su padre profesor. “Es tan natural para mi, que cuando estaba en cuarto medio yo daba algunos cursos a primero medio y a octavo en el colegio. Me gustaba, siempre me gustó y me gusta estudiar”, cuenta.
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