Esta es la historia de Diego Mahfouz Faria Lima, un director que hoy hace parte de la lista de los 10 finalistas del Global Teacher prize a nivel internacional.
“En mi primer día de escuela, prendieron fuego en los baños, me lanzaron agua, me lanzaron manzanas, también vaciaron los basureros sobre mi y yo simplemente les dije que confiaba en ellos y que no me iba a ir. Cuando les dije que quería oírlos y darles una voz ellos me dijeron que la escuela era muy severa, que todo era una razón de suspensión. Entonces, ¿te imaginas a un estudiante que es suspendido de tres a siete días? Él estará en las calles y se involucrará con el tráfico de drogas. Otra de las cosas que los estudiantes me dijeron es que la escuela era muy fea y que estaba deteriorada”.
Así fue el inicio del director Diego Mahfouz Faria Lima en la Escuela Municipal Darcy Ribeiro, un establecimiento educativo ubicado en Jardim Santo Antonio, una comunidad en Brasil muy vulnerable, con altas tasas de narcotráfico y con niveles de violencia que llegan incluso al interior de las aulas, donde jóvenes de tan solo 13 años, son portadores de armas.
Cuando Diego llegó a esta escuela, esas salas de clase no eran inmunes a estos problemas de Jardim Santo Antonio.
De hecho, el establecimiento, como bien lo mencionaron los alumnos en su llegada, estaba en condiciones deplorables y no por nada era considerada una de las peores de todo el estado. Diego Mahfouz Faria Lima, quien ahora es uno de los 10 finalistas del Global Teacher Prize, estaba dispuesto a cambiar esa realidad. Y lo hizo.
Con un equipo de más de 20 personas de toda la comunidad, la escuela empezó a transformarse por dentro y por fuera. Los estudiantes empezaron a ver cómo incluso sus padres pintaban las paredes, hecho que los impactó profundamente. A raíz de esto, el cambio no solo era estructural, también era emocional. Ahora los niños respetaban a sus familias y otros miembros de la comunidad que estaban siendo parte de una renovación que incluyó incluso la transformación de un muro al interior de la escuela el cual era utilizado para el consumo y el tráfico de drogas. Lo que Diego quiso hacer con éste fue transformarlo en un espacio de lectura.
“Para mí, hablar de Diego, es hablar de amor y sacrificio”, asegura conmovida, Maria Silvia, una profesora de su escuela.
Las palabras de María son el reflejo del trabajo de un director que con sus acciones ha transformado toda una comunidad, pero sobre todo, ha transformado la vida de sus estudiantes. Como hay cientos de estudiantes que dejan la escuela a lo largo del año, gracias a Diego crearon un sistema con tarjetas que le permiten a él ver quién falta y tomar acciones. Pero las acciones no están enfocadas en el castigo, sino todo lo contrario. Cuando Diego descubre que uno de sus alumnos está ausente, decide visitar sus casas para descubrir por qué no asistieron y sobre todo, para mostrarles por qué todos los miembros de la comunidad los extrañan.
Pero esto no es todo, Diego también se ha aliado con otros miembros de la comunidad que aportan a su misión, como un padre que de forma voluntaria, recorre las calles gritando con un megáfono las ventajas de la escuela.
La meditación es otra de las herramientas que utiliza este director para enfrentar problemas de violencia y ayudar a sus estudiantes a encontrar soluciones pacíficas a través del diálogo.
Estas son solo algunas de las iniciativas de un director que logró transformar la escuela en un lugar mucho más atractivo, no solo para los alumnos, sino también para todas las familias. Diego rescató la escuela con ayuda de la comunidad, rescató un rincón que ahora es valorado por muchos y sobre todo, rescató un espacio que ahora sirve para que muchos niños y jóvenes cambien la violencia, el crimen, las drogas y el conflicto por el aprendizaje, aquel que les permitirá cambiar sus vidas por completo.
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