Hablamos con Eduardo Cortés (ganador del Global Teacher Prize Chile), sobre su vocación y le pedimos algunos consejos para quienes están pensando en estudiar pedagogía. Esto fue lo que nos contó.
“Ya, anoten ahí. Ejercicio”. Esa fue la primera frase que Eduardo Cortés –ganador del Global Teacher Prize– dijo como profesor. Ese día estaba nervioso, muy nervioso. Era la primera vez en cinco años que se hacía 100% cargo –como practicante– de una sala de clase y las palabras no fluían como él esperaba. Entonces, salió esa primera frase que aún no ha olvidado, esa frase de cuatro palabras que detonó una explosión de alegría y el inicio de una carrera que cambiaría su vida por completo. Antes de esto, en su primera práctica en el Colegio San Luis de Cerro Alegre, Eduardo había empezado a descubrir que la pedagogía era la carrera que le permitiría impactar la sociedad, en la vida de muchos jóvenes y de sus comunidades… y así lo ha hecho. Estos dos momentos además de varios hechos, como ser llamado “profe” por sus estudiantes, fueron situaciones cruciales para que él, en una incertidumbre a la que se han enfrentado varios profesores jóvenes, reafirmara su vocación.
“A mi me sorprendía mucho y me enorgullecía cuando me llamaban ‘profe’ al comienzo. Me costaba acostumbrarme, pero era rico que los chiquillos me reconocieran como profesor. Ahora ya es parte de mi. Creo que si alguien acá en Santiago dice ‘profe’ en la calle, yo me voy a dar vuelta”.
La felicidad que Eduardo Cortés sintió cuando impartió clases en su práctica profesional, le hizo darse cuenta que ese era el inicio de un camino profesional lleno de grandes emociones.
Poco a poco fue descubriendo también, que ser profesor no significaba sólo impartir conocimientos, sino también, en sus palabras, “acompañar, aportar, ser psicólogo a veces, trabajador social… ”. Ese proceso fue nutriendo su convicción, aquella que le ha permitido cumplir muchos objetivos: desde conseguir recursos para algunos de sus estudiantes, hasta sacar adelante diversos proyecto en la escuela.
En sus años como profesor, ha aprendido mucho. Se ha dado cuenta de sus errores, de sus aciertos, pero sobre todo, de algo crucial: que no se arrepiente de nada y que si tuviera que volver a escoger entre otra carrera y la pedagogía, elegiría de nuevo, ser profesor.
“Ahora no me veo siendo otra cosa. No quiero salir de la sala, no quiero salir de mi taller, no quiero estar en otro lado que no sea con los estudiantes”.
Por eso, Eduardo confiesa y dice a quienes están pensando en ser profesores, que esta “es la profesión más linda del mundo”, porque es una aventura constante, porque es una especie de película llena de drama, sonrisas, abrazos, alegría, charlas, desafíos, desahogos. Un buen profesor, dice él, es aquel que logra convertir su trabajo en algo atractivo para sus alumnos, en algo que ellos puedan hacer con gusto, en algo que les permita tener como resultado final, la emoción. Él lo ha hecho y ahora invita a otros a lograr lo mismo. Entonces, dice el mejor profesor de Chile, “¿recomendaría ser profesor? ¡100%, y no por haber ganado el premio
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