A sus 16 años, esta profesora de biología no supo cómo decirle a su padre que quería estudiar pedagogía y postuló a Ingeniería Civil en Química. Luego, la historia tiene un giro inesperado.
Además de ayudar a sus compañeros a preparar sus materias y ser monitora de niños que tenían entre 6 y 10 año, en el colegio, Karin González era una excelente estudiante. Disfrutaba de las artes y las ciencias exactas, le gustaba aprender y además, era bueno en ello. Sus profesores lo sabían, tenían altas expectativas de ella, al igual que su familia. Su padre sabía que Karin era muy capaz y sus logros académicos le hacían pensar que quizás algún día estudiaría una carrera altamente valorada, como ingeniería o medicina. A sus 16 años, Karin fue incapaz de contradecir los sueños de su padre y mencionarle la posibilidad de ser lo que siempre había querido ser: profesora. Él como muchos otros, creían que sus capacidades se perderían si ella tomaba la decisión de escoger una carrera como pedagogía.
Cumpliendo con las expectativas de su padre, Karin decidió ingresara Ingeniería Civil en Química y fue becada.
Cursó todos los ramos del primer año de la carrera y mientras tanto, descubrió lo que ya sabía desde que estaba en el colegio: ese no era su lugar, eso no era lo que le apasionaba. Buscando respuestas que le permitieran encontrar una luz, decidió visitar a sus profesores en el colegio, visitas que reafirmaron una vez más aquello que ella ya sabía: ella debía ser profesora. Entonces, ahorró sin decir una palabra hasta juntar el dinero necesario para dar la Prueba de Aptitud Académica nuevamente.
“Al momento de postular, no sabía si hacerlo o no, mil dudas recorrían mi cabeza: ¿se enojarían mis papás?, ¿perdería la beca?, ¿quién me pagaría la nueva carrera? En fin, en la fila de la postulación decidí llamar a mi mamá para pedirle que me dejara cambiar de carrera, de Ingeniería a Pedagogía y obviamente la respuesta fue “no, tu papá se molestará”.
Pero Karin ya estaba ahí y no estaba dispuesta a dejar la fila.
Algo en su corazón le decía que a pesar de las inseguridades y la postura de sus padres, debía seguir avanzando. Así que volvió a llamar a su madre para insistirle que le apoyara. La respuesta no fue distinta, se negó una vez más, pero esta vez, su madre sumó a la negación una clásica expresión maternal: “haz lo que quieras es tu vida”. Anclada a esa frase, lo hizo… postuló a pedagogía sin decirle una sola palabra a su padre y con la incertidumbre no saber cómo se enfrentaría ese cambio desde un punto de vista monetario. Karin había perdido su beca, no tenía idea de cómo pagar su nueva carrera y por supuesto, se sentía culpable no sólo porque no había dicho nada a sus padres, sino porque su familia no tenía los recursos necesarios para asumir ese gasto.
Pero algo inesperado pasó después…
Presentó la prueba y por su ingreso con el puntaje más alto no sólo fue admitida, sino que además recibió una beca que suprimió inmediatamente todas sus preocupaciones. “Creo que fue uno de los días más felices de mi vida”, afirma la profesora. Así comenzó el inicio de un sueño.
La profesora ingresó entonces a Pedagogía en Biología, primero porque a pesar de amar las artes, creía que era un cambio menos drástico pasar de ingeniería civil en química a esta carrera. Y segundo, porque creía que a través de esta asignatura podría mezclar el arte con la ciencia para poder cumplir el sueño que tenía en mente: formar mentes más reflexivas, críticas y conscientes de su cuerpo, de su sexualidad, su consumo alimenticio y su impacto en el medio ambiente. Ese sueño lo cumplió y hoy no se arrepiente haber tomado la decisión que tomó a escondidas de su padre.
“Tal vez hubiese sido una muy buena ingeniera, pero siempre he creído que no hubiese sido tan feliz como lo soy actualmente. Tal vez hubiese ido a mi trabajo sintiendo que debía cumplir con eso, con un trabajo. En cambio hoy, siendo profesora, cada vez que tengo mi clases, “mis encuentros”, siento que me apasiona. Encontrarme con mis estudiantes, saber lo que opinan y lo que les ha pasado, me apasiona. Siento que “los encuentros” son más bien oportunidades para compartir experiencias en torno a un tema en común y muchas veces, he salido de esas aulas sintiendo que aprendí más yo de mis estudiantes que ellos de mi. Y esto sin duda es un crecimiento constante y me da mucha felicidad que así sea. Jamás he sentido que sea “un trabajo”, siempre he sentido que educar es un placer”.
Por su experiencia personal, Karin dice a quienes por presión social no se atreven a escoger la pedagogía, que lo hagan… que si realmente lo quieren, luche por eso hasta lograrlo.
Ella es consciente de las dificultades que todos los profesores de su país enfrentan. “Ser profesor en Chile no es fácil”, dice la profesora, y también considera que antes de elegir la carrera es fundamental entender los desafíos de la profesión. Pero a pesar de estas dificultades y la paciencia que un docente debe tener para enfrentar su ejercicio profesional, la vocación es el único camino para tener una vida llena de grandes satisfacciones y alegrías.
“Cuando uno tiene vocación, el trabajo se vuelve una pasión y aún cuando aparecen muchas barreras en el camino, con esa pasión y convicción se encuentran las fuerzas para salir adelante. Ver la sonrisa o los ojos llenos de admiración y motivación de los estudiantes, de sus padres, de sus familias es algo mágico que te impulsa a ser cada día mejor”.
Para la profesión docente no existen las recetas, asegura la profesora, por eso es importante reconocer el error como parte del aprendizaje propio y sobre todo, reconocer el amor como un elemento fundamental de la enseñanza. Aquella enseñanza que permite a profesores como Karin abrir mentes, brindar oportunidades y hacer cambios reales en la sociedad. Hace más de 20 años esta docente se enfrentó sola en una decisión que cambió su vida y no se arrepiente de ello pues gracias a esto, ha dedicado su vida a “cultivar mentes y almas, y en definitiva, a cosechar una sociedad más justa e inclusiva”. De hecho, Karin ha demostrado lo lejos que podía llegar a través de esta profesión. Hoy sigue siendo profesora y se desempeña tanto en el ámbito privado (en dos colegio de Santiago de chile) como en el público, donde está formando a futuros docentes de la Universidad de Chile.
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